El sueño Olímpico Parte I


Realmente más que sueño es una realidad, pero siempre es más comercial hablar de sueños cuando uno escribe acerca de un acontecimiento que sea como fuere pasará a la historia. Eran ya 90 años sin ver el rugby como disciplina olímpica y la verdad por los valores que tanto se pregonan  por el mundo no se entendía su ausencia.


Y es que desde el saque de Patricia García en el partido inaugural, hasta la transformación de Tyla Nathan-Wong, serán recordados como la primera competición Olímpica de rugby a siete de la historia. Un hecho que por caprichos del destino ha dado a nuestro país el privilegio de estar representado tanto en el comienzo como en el final. Ver a Alhambra Nievas, árbitra internacional española, dirigiendo de manera excelente el encuentro hizo que compañeros de profesión, periodistas, amigos y demás aficionados nos sintiéramos orgullosos. Desde aquí queremos felicitarla, ya has conseguido una de las fotos que te faltaba y seguro que todavía te queda alguna más, allí estaremos para verlo.

Pero vayamos por partes, ¿qué sensaciones nos quedan? La primera y más clara es que desde luego esta modalidad de rugby encaja a la perfección en el formato de unos Juegos Olímpicos, solo falto que el Deodoro Stadium hubiera tenido sus gradas llenas durante la mayor parte del torneo y no solo en la lucha de las medallas para darle más publicidad; desde luego como deporte que puede competirse en un número reducido de días y con intervalos de tiempo tan reducidos que no poco intensos el espectáculo está garantizado.

Deportivamente se han visto dos torneos muy distintos, por un lado el que disputaban las cuatro selecciones semifinalistas, a opinión de éste que escribe muy por encima del resto de bloques, y por otro lado el del resto. Siendo realistas, del quinto al octavo lugar solo Francia y USA podían intentar jugar de tú a tú durante un pequeño periodo de tiempo a las cuatro favoritas, porque para eso éstas han copado las cuatro primeras plazas de las series mundiales (curiosamente con la misma distribución de posiciones al final). La velocidad, el nivel de placaje, los apoyos interiores... podría resaltar todas las cualidades que diferencian a unos equipos de otros pero sería convertir esto en una crítica hacia el resto de equipos y hacia nuestras chicas, lo cual es una injusticia después de tanto tiempo dedicado para llegar hasta aquí.

Australia, Nueva Zelanda, Canadá o Gran Bretaña juegan rozando la perfección. Su intensidad en cada jugada del partido, su colocación en el campo, la responsabilidad individual que adquiere cada jugadora para beneficio del colectivo... limita mucho el número de errores y eso ensalza cada anotación conseguida pues es fruto de un trabajo táctico llevado con éxito. Si alguna selección quiere aspirar a estar en lo más alto ya sabe hacia donde debe mirar, pues el camino lo están dejando marcado para que cualquier proyecto deportivo que ponga los recursos al alcance y disposición de un bloque con potencial sea capaz de crecer hasta niveles similares a los de estas potencias. Eso sí, esto necesita tiempo y no soy capaz de afirmar si cuatro años pueden ser suficientes, pensando en Tokio 2020.

Viendo a nuestras leonas, incluso ellas mismas reconocen que no ha sido su mejor torneo, sin embargo, el objetivo del equipo que era conseguir un diploma que garantizara el futuro para los próximos cuatro años del rugby siete femenino se ha logrado. Dicho esto, ¿podríamos haber hecho más? Realmente del 5º al 7º tanto más da, al final es un partido menos que has dejado de ganar en el ratio final y que poco cambia las cosas, las mejores críticas parten desde uno mismo y no dudo que ellas son conscientes de lo que han hecho bien y lo que pueden mejorar, ahora toca volver a España con la sonrisa de haber hecho algo único hasta el momento, ser olímpicas, y tratar de disfrutar de unos días de merecido descanso.

Será interesante seguir a selecciones como Brasil, Fiji o Japón durante los próximos cuatro años ante de la próxima cita olímpica; o ver como evolucionan selecciones como la francesa, muy trabajada ya pero con un proyecto de base en crecimiento exponencial, o la española, que tiene un importante momento de relevo por delante. No nos olvidemos también de selecciones como Irlanda o Rusia que quedaron fuera en el pre-olímpico pero que vienen haciendo las cosas muy bien y así lo han demostrado durante las series mundiales. Como decimos se vienen unos años por delante en los que no conviene perder detalle.

No queremos cerrar este artículo sin felicitar a la selección Australiana, primera campeona olímpica en la historia de la modalidad de rugby a siete, a la selección de Nueva Zelanda, digna finalista y que también rozó la perfección en el torneo, y a la selección de Canadá, ejemplo de un proyecto de presente y futuro en nuestro deporte.

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